Voces y gestos: El retrato, una manera de narrar el patrimonio cultural
VOCES
y GESTOS es una exploración fotográfica que expande el tiempo en el retrato
exaltando una mirada a la vida cotidiana en el campo; es una manera de narrar
el patrimonio. Comparte con el observador una experiencia del arte colaborativo
en la región rural de Tinjacá; área del alto Ricaurte, Boyacá - Colombia. Hace
un reconocimiento al ‘otro’ como poblador rural; desarrolla un trazo sobre un
horizonte geográfico que define la cultura y en el que aparece el cuerpo al que
la gestión urbana asedia y seduce en el día día. Deviene de una práctica
artística que -mediante “un agenciamiento de lo sensible” (Rancière)-
trabaja la visibilidad y sonoridad del paisaje para derivar en una
experiencia medial que piense el territorio desde la sensibilidad.
Siendo la fotografía un medio para la
construcción de la imagen, tiempo y espacio llaman a habitarla. En esta
exploración, el tejido narrativo manifiesto en la fotografía se expande al incluir
en la mirada del espectador la vibración sonora de su paisaje; acompaña a la visualidad
a desentrañar de la materialidad lumínica las capturas y los rasgos vibrantes que
la constituyen como imagen; más allá de la contemplación el paisaje se revela estructurado
por vínculos y cualidades del territorio habitado.
Cómo
disponer y desplegar el paisaje para que deje de ser una ‘figura’ que describe
con lineas el horizonte lejano y mudo a los ojos? El objetivo de esta
fotografía, del retrato situado en Voces y Gestos, NO
busca exaltar las virtudes esteticistas, ni las texturas rítmicas de un
artesano tejedor; plantea compartir una imagen que capta la singularidad del
paisaje habitado por el cuerpo-rostro y el tiempo; un lenguaje que traza las
texturas de la imagen.
Quiere decir ésto que en la imagen habita no
solo el tiempo singular del cuerpo plantado de quien posa o de quien observa la
foto. En la fotografía habita la experiencia que se deposita con el tiempo, que
se escribe y se connota en las capas de signos que nos pertenecen a todos: las del
objeto, las de los sujetos y las del territorio. Así la fotografía, además de captar
los instantes más bien nos lleva de la mano a preguntarnos sobre el gesto como
el más diciente rasgo de sentido no actuado, como un acto súbito, instantáneo, que
subsana la imposibilidad de hablar o que refiere a una realidad ya no presente,
como dijo Benjamin en 1931 la
fotografía nos instala en ese minuto
visible pero ya lejano, donde el
futuro anida, de manera tan elocuente que, mirando hacia atrás, podremos
descubrir[lo] (Benjamin 2011) en cada ‘objeto’ que nos vincula al pasado, que
da sentido al futuro y a la vez constituye nuestro vinculo con la tierra.
Es así como el Patrimonio Cultural
Inmaterial -por sus siglas PCI-, hace un reconocimiento al ‘otro’ como poblador,
en este caso poblador rural; se muestra un trazo de un horizonte geográfico definido
por la cultura del que emerge el cuerpo rural muchas veces desdibujado por la
gestión urbana que lo asedia y seduce día día.
La implantación de una práctica artística colaborativa a lo
largo de varios años, mediante un
agenciamiento de lo sensible (Rancière), me lleva a trabajar la
visibilidad y sonoridad del paisaje que resuena como una experiencia sensible del
área del Alto Ricaurte, Boyacá, Colombia. Pensar en el territorio constituido
por pobladores, vestigios, huellas y horizontes estratigráficos, considerar la
lejanía del paisaje y el hábitat cercano, las sincronías y diacronías que cosntituyen
el patrimonio cultural; resonar con el expediente Patrimonio Cultural de la Humanidad
que promueve el Ministerio de Cultura.
En este ejercicio fotográfico me han
acompañado las mediaciones y medialidades de la
huerta, captando la vida rural y su cotidianidad, activándolas como
nodos culturales del patrimonio en algunas veredas de Tinjacá y en algunos
municipios de la Región del Alto Ricaurte, Boyacá.
Trixi Allina.
2016
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